¿Por qué quieres ser profesora…? Quizás es una de las preguntas que más me han hecho en el último año, acompañada frecuentemente con: “es por las vacaciones, ¿no? “…
Pues la verdad es que hay muchas razones por las que quiero ser maestra (y no profesora como la gente me dice), y esas razones han ido apareciendo a lo largo de mi vida, por eso he decidido empezar este blog con mi autobiografía.
El 18 de mayo de 1992 una maestra de educación infantil dio a luz a una niña. La maestra era mi madre y esa niña, era yo. Creo que si hoy estoy estudiando magisterio es en gran parte gracias a mi madre. Desde muy temprano ya me llamaba la atención el trabajo de mi madre, la imitaba con mis muñecos y deseaba poder acompañarla a la escuela infantil en la que trabajaba.
Con 5 meses tuve que empezar a ir a la guardería. De mi primera época en la guardería no tengo recuerdos, era muy pequeña. Mi madre siempre me cuenta que cuando tenía un año y medio, en septiembre cuando volvimos a la guardería después del verano todos mis compañeros lloraban al entrar y yo me puse en la puerta a consolarles. Desde entonces todos los días me ponía en la puerta a recibirles todas las mañanas, me fijaba en Julia que era mi maestra y la imitaba. Julia ha sido la segunda persona después de mi madre que más me ha marcado para estar aquí hoy estudiando magisterio. Es el único recuerdo que tengo de la guardería, el cariño que tenía a Julia y todo el que ella me daba.
Con tres años por fin empecé el cole, digo por fin, porque estaba entusiasmada, iba a ir al cole de mayores al que iba mi hermana. Al contrario que otros muchos niños que vivieron su primer día de colegio como el más horroroso de su vida, yo lo viví alegremente y con muchas ganas. En este momento apareció otra de las personas que han hecho que hoy esté aquí, mi profesora Pilar. Era una persona cariñosa, buena, dulce, amable,.. y nunca paraba de sonreír. Todo mi afán durante mi etapa de educación infantil fue parecerme a ella, y curiosamente en unos años cuando empiece a trabajar como maestra también quiero ser lo más parecido a ella. Además Pilar ya vio en mí esa vocación de maestra. En el último año de infantil, ella trajo a su hija a clase 6 ó 7 días, y durante esos días hizo que se sentara a mi lado y me encargó de ella. Yo con tan solo 5 años era la encargada de ayudar a su hija a hacer fichas, a acompañarle a los sitios, explicarle todo lo que hacíamos en clase,…y recuerdo que en esos días me sentí muy importante, y me di cuenta de lo mucho que me gustaba hacer de maestra.
Desgraciadamente se acabaron mis felices años de infantil para pasar a educación primaria, y he de decir que no me acuerdo nada de primero y segundo de primaria, excepto de mis amigos. Llevo un tiempo pensando e intentando recordar algo, pero no lo consigo.
Cuando pasé a tercero de primaria me mudé a mi casa actual y esto me hizo cambiar mucho. Me tocó buscar nuevos amigos y fue difícil puesto que llegué a una clase en la que casi todos los alumnos habían estado juntos en educación infantil, esto me hizo madurar y aprender a ser más independiente. Además, mi madre comenzó a trabajar en este cole al que yo iba. Por una parte no me gustaba nada, porque cuando hacía algo mal sabía que mi madre iba a tardar muy poco en enterarse; por otro lado, pude ayudar mucho a mi madre en su aula: le ayudaba a preparar actividades, a organizar el aula, me enseñaba muchos métodos de trabajo y ejercicios… La verdad es que en esa etapa confirmé que realmente me gustaba la labor de la maestra y que era una de las primeras opciones para mi futuro.
En tercero y cuarto de primaria tuve a una profesora que me marcó mucho, Carmen. Tristemente no es una persona que recuerde con mucho cariño, en ese momento yo la quería mucho pero a la vez le tenía mucho miedo. Era una mujer con mucha energía, sabía mucho y lo sabía transmitir, pero también nos exigía mucho y a veces no hacía sentirnos ridículos cuando algo no nos salía bien y nos gritaba. Pero no todo fue malo en esta época, Carmen también intentó que nos ayudáramos unos a otros, y cómo yo era buena estudiante me hizo responsable de muchas de estas actividades de ayuda, y yo encantada de der de nuevo “maestra”.
Cuando empecé quinto de primaria conocí a mi nueva tutora, Lidia y entonces el miedo se cambió por una sonrisa y alegría. Era una chica joven, con muchas ganas de enseñar y con muchas aptitudes para ello. Consiguió tener autoridad ante la clase pero que al mismo tiempo todos la quisiésemos mucho y la tomáramos como ejemplo, nos enseñó a ser verdaderos compañeros y que trabajando en grupo todos salíamos ganando, sabía cómo motivarnos, y nos acompañó los dos últimos años de nuestra estancia en el colegio. Creo que si quisiese ser maestra de educación primaria intentaría ser cómo ella. Tengo que decir que una vez terminando el colegio yo seguía yendo a ver a Lidia y la echaba mucho de menos, y me encantaría poder volver a verla y decirle que he conseguido lo que tantas veces le dije que quería: estudiar magisterio de educación infantil.
Acabada la educación primaria, me enfrenté a un nuevo reto, el instituto. Empecé el instituto con ganas, y la verdad es que no me resultó difícil este gran paso. Lo que más noté fue el cambio de profesores, ya no eran tan cercanos y estaban tan pendientes de mí y adquirí más autonomía y responsabilidad. En la E.S.O no ha habido ningún momento que me haya marcado en especial, es una etapa que recuerdo por las amistades y no por los estudios, porque no tuve ningún problema con ellos.
Al llegar a bachillerato tuve que decidir que rama escoger, y a mí, que había tenido tan claro que quería hacer magisterio desde los 6 años, me entraron las dudas. Por esto ese año que empezaba las clases más tarde aproveché para irme todas las mañanas a la clase de mi madre haciendo unas prácticas adelantadas y confirmé que ese era mi camino. Durante los dos años de bachillerato cambié totalmente, yo que siempre había sido la habladora de clase pase a no abrir la boca y a no perderme nada de las clases, me conciencié que una futura maestra debía dar ejemplo desde ese mismo momento. Esto me ayudó bastante e hizo que terminara el instituto muy contenta. Aún así me daba pena irme de ahí, ya que había sido mi casa durante 6 años de mi vida y que era un sitio en el que realmente me sentía a gusto.
Después de haber estado el mes de septiembre de nuevo con prácticas adelantadas en la clase de mi madre, por fin llegó el día en que iba a poder empezar a hacer la carrera que tanto había deseado. En un primer momento me sentí un poco insegura al conocer a tanta gente que no había visto nunca, y me dio la sensación que ya todos ellos se conocían. Las asignaturas al principio me costaron un poco pero finalmente he terminado el primer semestre muy contenta.
Puedo decir que cada vez tengo más ganas de que llegue el curso que viene y llegar a las prácticas, este año es todo muy teórico. A pesar de todo tengo claro que esta es mi carrera, lo sé porque he tenido la suerte de ver la realidad de un aula durante mucho tiempo y he visto tanto lo malo como lo bueno. Por eso debo darle las gracias a mi madre, y es a ella a quién quiero dedicar este blog que hoy he comenzado.